lunes, 21 de septiembre de 2009

ESCROTOS

Aparecieron en una cesta de mimbre suavemente barnizada, debajo de un montoncito de hierba verde y fresca.
-¿Qué es lo que hay abajo?. le pregunté a mi madre.
-Unos bichos que ha traído tu padre del hospital donde estuvo operado. Me contestó.
Seguí durmiendo y pude ver como una especie de zapatero de los estanques de color marrón pálido uniforme se comía unos granos rojos. Los pelaba y arrojaba las cáscaras fuera de la cestita de mimbre a una velocidad rapidísima, de tal forma que cuando los iba pelando sonaba como una carraca de semana santa.
Yo les observaba atentamente, y lo que más gracia me hizo de estos repulsivos animales de seis patas era la velocidad y ruido con que pelaban el montoncito de granos situados a su vera dentro de la cestita. Pululaban dentro de su cobijo nerviosos, pero nunca se salían de su aforo. Se fueron convirtiendo en docenas, pero solo uno pelaba la especie de cacahuetes.
-¿Qué son esos bichos?. le repetí a mi madre.
-Nada, unos bichos que ha traído tu padre del hospital.
                                                                                              Don Nadie

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