domingo, 18 de octubre de 2009

RELATO CORTO por Alí Adka

                                                                    EL CENIZO
  -¿Cómo? ¿Qué por qué me metí policía?.
  Lo miré extrañado, desde un principio se había portado como una persona, y no como un mercenario. De entrada le había sujetado la mano a un "compañero" suyo al bajar de la lechera, una mano que presumiblemente, parecía venir en busca de mi cabeza. Luego, ya metidos en la Comisaría su actuación fue más digna de un botones que de un torturados. Básteme devir que nos fué a buscar un sentajo pues éramos cuatro y sólo había tres sillas. E incluso nos ofreció tabaco cuando por unos segundos de sosiego, nos dejaron a solas con él.
  Tamoco parecía que le hubiera dado esa vena paternal que le dá a esta gente, justo antes de cabrearse ciegamente y dartelas ostias que te daría si fueras su hijo...pues claro que sé cual es el problema, a ver si te crees que no tengo yo hijos de tu edad...para ir subiendo de tono con un:...que la vida no es eso, que os creéis muy listos pero os la han dado, que si fueráis mis hijos..., y era donde, aparte del mazo de galletas, te amargaba con simplezas dignas de un veterano de guerra: recordándote que ellos también pueden tener hijos y, señor, qué lástima de chiquillos.
  Así que la pregunta no pudo, por más que me hubiera querido resistir, que dase en mi caja de registro; afloró contra mi voluntad, sorprendiendo a mis compañeros de carreras, pillada y posterior cautiverio. Sorprendióme a mí mismo. El único que no pareció sorprendido fue el madero. Aunque quiso parecerlo repitiendo mi pregunta y desorbitando los ojos un poco, pero se le notó que lo hacía adrede.
  - ¿Con que por qué soy policía, eh?-repitió la pregunta enarcando una ceja, la izquierda, y levantando un poco la comisura de la boca en una torcida sonrisa.
  Salió de la habitación sin mediar palabra, dejándonos a todos con un palmo de narices. El compañero Jaume, de la Federación Local de Barcelona, me dió con el codo, mirándome con cara de cordero degollado. no dijo nada,. Mi pregunta había sido mala moneda de pago; ahora esperábamos que nos dieran las vueltas.
  Entró con una banqueta de la mano, ligeramente echada hacia atrás, como para estamparla contra uno de nosotros en la boca, posiblemente al más bocazas: un servidor. En su otra mano portaba una cajetilla de Pall-Mall que nos mostró sonriendo, y, en vez de sacudirnos una bamquetada, la apodó en el suelo y se sentó frente a nosotros, como para contarnos una batallita en vez de interrogarnos; parecíame que nos encontrabámos en una reunión de amigos en vez de en la perrera.
  -¿Un cigarrillo?
  En ese momento solo Jaume se atrevió a estirar la mano, temblorosa, en busca del humeante cilindro consolador. Los demás nos abstuvimos por si las moscas.
  En dos chupadas entre Jaume y el mader llenaron toda la estancia de humo. A mí me entraron unas ganas horribles de fumar, no recuerdo haner deado tanto un cigarro en toda mi vida de adicto a la nicotina. me contuve a duras penas, pues era más fuerte mi canguelo que el mono yonkítico que me estaba devorando. No quería hacer ningún movimiento, ningunao, hasta que no viera clarito por donde iban los tiros, que parecían apuntar bajo.
  -Por solidaridad,-habló de nuevo tras acomodarse más mal que bien en la banqueta-. Por ayudar en el mundo, para que en la medida de mis posibilidades, las cosas vayan mejor a la gente, en especial a la peñita revolucionaria, como vosotros.
  Ahora sí que se la ha visto el plumero; por lo visto estaban probando con una nueva táctica de derrumbe psicolçogico, en vez de en plan padre nos iba a dar la pamplina revolucionaria. Esto sí que es grave, ay la Virgen.
  Pareció que me leyera el pensamiento, o el gesto, porque acto seguido me aclaró:
  - Creo que no me he explicado bien jovencitos, no he dicho que la policía haga algo por mejorar las cosas, ni que sea solidaria; ni que para este fin haya sido creada. Sólo digo que yo estoy en el cuerpo con es fin. Todos sabemos que qué y para qué es la policía, no quiero (ni creo que pueda) engañaros. Además parecéis bastante listos, o listillos.
  Tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con el tacón de la bota. Las chispas revolotearon unas décimas de segundo a la altura de los diez pares de pies como un minúsculo espectáculo de fuegoa artificiales.
  -Os haré un pequeño resumen-continuó-, de los motivos que me llevaron a adoptar esta actitud ante la vida, siendo como era, y sigo creyendo que soy, un defensor y admirador de la libertad...fué a través de un cúmulo de sucedidos, durante mis años de militancia en distintos movimientos sociale. Los sucedisoa aparecieron antes, no recuerdo cuándo pero ya me ocurría desde pequeño, solo que hasta mis años mozos, no empecé a darles importancia, y hasta hace siete años no se me ocurrió buscarles utilidad.
  El primer "casual" tuvo luigar un verano hace ya la hostia de años, intentábamos, otros jóvenes y yo, impedir el vertido de residuos tóxicos de un barco en el mar, en colaboración con la Greenpeace, aunque sin integrarnos en ella, pues nos parecía que estaban muy poliyizados. Todo iba estupendamente, teníamos rodeado el puto barco, y no podía soltar un solo barril sin hundir algún ecologista. Yo conducía una pequeña motora y se me daba estupendamente, pero...no sé a santo de qué, me despisté empotrando mi barca contra la de otros compañeros, desviándolos hacia adentro, justo al costado del barco. Todo se descontroló, las barcas perdieron el norte, hubo más colisiones y algo hizo que toda la mierda cayese sobre nosostros. El resulatado fue de una compañera aplastada en el fondo del mar, con una lápida de plutonio, quince compañeros heriso y toda la operación al carajo. Todo un éxito.
  (Todos permanecimos callados, ahora más que por prudencia, por interés).
  -Pasado un tiempo, en una okupa de Madrid, donde convergían varios colectivos, y no había amenaza de desalojo, entré para colaborar en el restablecimiento de la casa y preparativos de actos sociales, ya sabéis, talleres para la gente del barrio, un comedor popular que quedó de puta madre, no sé, hacíamos bastantes historias, pero no quiero agobiaros con detalles. Bueno, pues todo estaba tan de lujo cuando...me quedo yo encargado para iluminar el escenario de una obra de teatro y...ZAS!...imaginad qué pasó...pues poco para lo que pudo pasar. Se vé que algo no cuadró en la instalación. El caso es que se produjo  un cortocircuito y ardió la cas entera. Aquí ya empezaba yo a mosquearme con las coincidencias, con los sucedidos.
  Hubo entre estos casos y otros venideros (los más preocupantes) muchas muestras de que yo tenía ciertos problemillas con mi entorno, parecía que yo no traá demasiad fortuna a las personas que me rodeaban. De todas formas, aúm me resistía a pensar que fuera un gafe.
  (Llegados a estas alturas del relato, la compañera Ainhoa, De la federación Local de Bilbo, sin sddaber cómole dió una calada al cigarro por la brasa, quemándose etodo el labio de arriba; tras un segundo de dispensión continuó la extraña historia).
  Ahora que, el broche de oro lo marcó un verano en el campiri, en la colectividad agrícola que llevaban unos compañeros en el Sur, andaluces ellos. Me llegué para la recolección de una hermosa cosecha, la mejor de la comarca. Nunca antes en sus ocho años de existencia habían obtenido semejantes frutos. Pues fué el mismo día de mi llegada, solo unas horas después, apareció una plaga de langostas que se papearon el resultado de todo un año e trabajo. No necesitá más, aquello ya fué la bomba. Me desmoralicé hasta tal punto que a punto estuve de suicidarme. Medité y medité mi situación a solas pòr supuesto, pánico sentía de traerle desgracias a más gente, porque lo más gordo es que a mí nunca me pasaba nada, solo atacaba a gente de mi alrededor. Miles de hora echaría comiéndome el tarro, hasya ponerme los sesos a mil revoluciones por segundo. Decidí que jamás volvería a rodearme de amigos, nunca más colaboraría (o más bien reventaría) con una causa que me pareciera justa. Para qué joder más el difícil mundo de la disidencia, bastante tiene ya con toda la represión que se ha erigido en enuestra contra como para tener que batallar con un gafe.
¿Qu´e hacer?, me preguntaba. ¿Dónde ir>?, sí a mí nunca me fue lo del ermitañismo. ¿Con quién juntarme?, cuando no quería dañar a la gente que me importaba. Ahí. Ahí encontré la solución.
  Si no podía vivir con mi gente, por miedo a lastimarla, pues...a juntarme con los que no me importaba que se jodieran, que incluso podía hacer una labor social de mi desgracia y encima divertirme. ¿Con quién?. Pues no lo tuve demasiado difícil, para el trabajo que decidí hacer, no era necesario ser un Einstein,. vamos no siquiera un Cantinflas. Y lo hice. Lo logré.
  En siete años, y en tres destinos distintos no os imagináis la cantidad de cenizos que he podido traer. Varios atentados de los que solo yo he salido ileso, una jartá deincendis (vamso, cada vez que se me ocurría tocar un cacharro con corriente) y una salmonela de pánico para todo el Cuerpo el día de la Patrona. Una auténtica labor social...

  Estábamos todos boquiabiertos, excepto Xavi de la Federación Local de A Coruña, que había empezado a notar un dolor de muelas con tendencia a empeorar, motivo por el cualo, no abría la boca.
  _Y ahora-dijo levantándose- mejor será que me aleje de vosotros no sea que os traiga alguna desgracia, que ya llevamos demasiado tiempo cerca.
  Dicho esto,marchó y nada más supimos de él. Nosotros pasamos algunas horas más den las que nos tomaron los datos y nos marchamos con viento fresco; y una idea muy clara en la cabeza: a la que conozcamos a alguien gafe, ya sabemos que profesión recomendarle.
                                                                                                                              Alí Adka




Publicado en el número tres de El Candirú.

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