lunes, 31 de agosto de 2009

RELATO CORTO

                                                   LA VIRGEN VIVA por Alí Adka
  Fué de alivio, la primera sensación al traspasar la puerta de la Catedral; un frescor que le produjo escalofríos, en contraposición con los cuarenta grados que apretaban su negra capa? sotana? como la mano de Belial oprime a los pecadores. Se recriminó mentalmente, no debía pensar en el Demonio dentro del Templo...o sí?; tenía muchas dudas aún sobre el control de sus pensamientos, pero pronto sería ordenado yestos enigmas se los revelaría el santo Padre.
  El seminarista avanzó por el interior del templo sintiéndose más a gusto a cada paso, también más impresionado por la grandeza del lugar ( a pesar de haber entrado varias veces no lograba acostumbrarse) y al realismo de las figuras sagradas, todas talladas con una perfección sin precedentes. De entre todas ellas las que más le llamaban la atención eran San Isidro lablador, escultural patrono del campo que dejaba entrever junto a sus poderosos hombros, unos robustos brazos sujetando la enorme azada, y en pequeño delante de él, dos bueyes tirando de un arado; el detalle de haber hecho los bueyes en miniatura le daba aún más sensación de grandeza al Santo. Bajo su vestido, seguro que  ocultaba un velludo tórax y fornido abdomen, pero no podía verlo, y algo le abultaba más abajo, pero no podía ser "eso", con las tallas de los santos no se paraban en tales detalles. Seguía a san Isidro en la lista de pasiones, el Angel Exterminador, más temido que admirado por el jóven proyecto de cura, que no pòdía apartar los ojos del Justiciero ente, al que cambiándole la túnica blanca y la corona de oro por (el uniforme enemigo) una capa negra y rojas astas, bien podría haber pasado por un subproducto del Averno. Y en el pódium de la hermosura, con los brazos abiertos y el rostro surcado de bello sufrimiento, prodigio de humildad y bondad, la Santa Madre de Dios. Se arrodilló ante ella e hizo la señal de la Santa Cruz, bajando de inmediato los ojos al suelo,- cómo te atreves a mirarla a los ojos-No, no volveré a mirar a la Virgen a los ojos después de lo de anoche-. Anoche vió turbados sus sueños por las calenturas de Satán y los sudores que brotaron de sus poros estaban empapados en olores extraños. En la mente, su subconsciente consciente, había hecho cosas repugnantes con la única mujer que podía amar.-Madre, perdóname este pensamiento impuro.- Dudaba que la Madre, aunque él se hubiera castigado duramente con el cilicio( hasta despellejarse la espalda y encontrarle el gusto) pudiera perdonarle.
  Estiró su brazo  hacia la Sagrada figura, imporando perdón por sus pérfidos sueños, hasta rozar el manto; estaba hecho de las más codiciadas telas, adquiridas con el dinero de...bueno, eso no tenía la menor importancia, era la voluntd de Dios y ella se lo merecía todo, todo, todo era poco parta ella. Conocía de sobra el tacto que tenían las Sagradas vestiduras, las había tocado en miles de ocasiones. Lo que desconocía era el tacto de la Virgen.-Tonterías, es una estaua de madera. Para ya de blasfemar-. Su mente y su cuerpo actuaban de forma distinta, mientras los gritos de su conciencia censuraban los hechos, con las manos apartó el manto a la altura del tobillo, para descubrir otra tela donde se se cruzaba un entramado de tiras sedosas, en una especia de cosido laberíntico, traba que le supuso difícil tarea.-Oh, por Dios, Qué haces, estás violando los más sagrados secretos-. Con la paciencia de quien se sabe solo comenzó a manosear las cintas de arriba a abajo, y no parecían tener principio ni final, quien hiciera el cosido seguro que pensó en ponérselo difícil al blasfemo que lo intentara quitar.
   Continuó bajando, palpando de norte a sur, y , por pura casualidad, tocó una punta que se atacaba bajo un tramo de tira vertical. -Ah, maravilla-. Con un leve y seco tirón, la malla que cubría las piernas de la Virgen hasta las rodillas se abrió,  se apartó dejando al descubierto sus lindas pantorrillas. _Sacrilegio, por ésto arderé en el Eterno Lago de Fuego. Si el Padre Anselmo me ve, ya me puedo dar por expulsado-. Parecían auténticas piernas de humana, las más bellas piernas femeninas que había visto en su vida; aquella escultura era una auténtica obra de arte, veneró al escultor que tan magna obra había casi dotado de vida. Sólo le faltaría el tacto, no podía ser natura, por bien trabajada que estuviera, la madre no podía dejar de ser madera.
  Quedó su mano suspendida en el aire, alzada hacia la Inmaculada
  Unos temblores convulsivos le recorrieon las espina dorsal, al tiempo que murmuraba ininteligibles letanías; entre un sordo dolor le gritaba que no podía espera más, que tenía que hacerlo. ese era su destino. Sí, él era el nuevo enviado. San José del sigloXX. ¿Acaso no se llamaba Pepe?.
  Subió a las andas de un solo salto y le arremangó con violencia lo que le faltaba por subir del vestido, pellizcando los santos muslos al tiempo, hasta arriba. Descubrió que no se había equivocado, esra una auténtica mujer de carne y hueso. Y puso allí su santa mano, en ese sitio donde mil veces le habían repetido era un pozo de infecciones para el cuerpo y el alma; aunque tratándose de la Virgen nada de eso podía habitar. Y era la segunda vez en su visa que tocaba un coño, a menos que naciera envuelto en papel celofam, en cuyo caso sería la primera.
  Se levantó la sotana y, con la prisa de un animal enloquecido, poseyó freneticamente a la adorada imagen. Ya no resonaban en su mente los gritos de censura que antes lo atormentaran, estaba haciendo lo correcto y el cielo lo sabía.
   Un violente ruido a sus espaldas le devolvió algo de lucidez a su calenturiento cerebro, sobresaltando su éxtasis con tal fuerza que perdió el equilibrio y cayó desde las doradas andas. Solo atinó a ver, desde el suelo y al revés, una enorme figura blanca con una espada en la mano, y el grito de su mente volvió a resonar. -Sacrílego-. la espada cayó pesadamente sobre su cabeza con Santo sadismo. Recibió la Ira de Dios, ahora conocería el Averno. Desde detrás de la figura llegó un terrible alarido, más de horror que de dolor.
   El Padre Amadeo, hombre devoto y de buena fé, subió las escaleras de mármol, cubierta por una rica alfombra de sangre y oro, con ese aire compugido. Ni siquiero saludó a los sacerdotes que conversaban en el descansillo. Al final de la escalera el Antro, la sala del Poder. Dió tres golpes con los nudillos en la puerta de madera noble. No usó el golpeador de oro para no ensuciarlo con sus huellas.
 -Pase Amadeo, pase; le estaba esperando. La voz tenía un tono amistoso, despreocupado, pero Amadeo no bajó la guardia. Según entró se fué en dirección al obispo haciendo ademán de besarle el anillo, pero éste retiró la mano con desdén.ç
-Déjate de hostias Amadeo, que no estamos en la tele, anda siéntate y abre las orejas.
   Muy silencioso amadeo se sentó frente al Obispo y se limitó a esperar. Su eminencia mientras tanto aspiraba el humo de un cigarrillo manchado de alguna sustancia en la parte superior, y se subía los mocos con fuerza; un escorrozo le produjo escalofríos al notarlos en la garganta, unas arcadas y después, relax.
-Ufff...pura ala de mosca- sonrió un poco para ensombrecer el rostro al momento-. Bueno, como usted puede ver la cosa po ha sido tan grave, pero la podía haber liado gorda. menos mal que el turista no hizo fotos.
   Amadeo comenzó a sentirse bien.
- Entonces...¿ningún problema?
-No nada, solo los nervios -volvió a tragar otro hilo de mocos.-. La policía estuvo muy educada, son buenos creyentes e irán al cielo.
- ¿Cómo Carrero?
-No me recuerde a ese jumento que aún nos debe un tejado...
-¿Y la opinión pública?
- Bah...los periodistas también tienen garantizada una plaza en la Gloria, nunca abandonarían a la Iglesia en un trauma así.
-Y... ¿El turista?.
-Bueno, eso solo lo saben Dios y la Justicia, de momento está acusado de asesinato en primer grado.
-Entonces, todo resuelto ¿no?
-¿Dudabas acaso?-Su Santidad puso cara de recordar algo que tuviera perdido-.lo que no acabo de entender es por qué tanto teatro: la túnica, la espada...si con una buena faca hubiera dado el mismo resultado.
-Es que venía del pasadizo del convento, una sesión con Sor Sofía, ya sabe lo que le gusta el teatro...
-Esa vieja corrompida cualquier día se desangra y trae problemas a la diócesis. En fin...Te habrás ocupado de que no vuelva a pasar, ¿no?.
-Sí , señor-Amadeo pareció ofenderse con la pregunta, como si le llamara bobo-. He metido la muñeca hinchable dentro de la momia y he restituido la talla a su lugar. Ah, también le quité el consolador a San Isidro. Además ordené al cocinero doblar las dosis de bromuro en las comidas de los seminaristas.
-Buena idea Amadeo, la momia no creo que resulte muy apetecible para nadie, además...le dará más morbo al asunto. Y el falo de Isis?
-Lo tiene Su Santidad metido en su santo culo...
-Uy, es verdad es que... con tanta farlopa, se me olvidan las cosas...

  Publicado en El Candiru en enero de 1997

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